martes, 26 de marzo de 2024

De Smc (sumercé) a MSc

Después de toda la ansiedad y la expectativa de enero de 2020, con los preparativos, cuarentena incluida desde marzo, dos semanas después de confirmar el primer caso, y viendo la cantidad de información que estaba saliendo, graficando en Excel los casos y mirando su evolución, una idea que ya venía de antes se hizo explosión y la pregunta incesante no paró hasta ser respondida: ¿y si hago la maestría?

Desde hacía dos años (es decir, desde el 2018) venía en la búsqueda de un aprendizaje que me permitiera manejar mejor los datos de infecciones asociadas a la atención en salud (IAAS o mejor, nosocomiales, palabra que aunque no abarca todos los escenarios es menos equívoca) de las instituciones en las que trabajo, y empecé a buscar algo que me permitiera hacerlo mejor. Sin embargo, no encontraba una respuesta clara que me orientara mejor que lo que ya sabía chapucear en Excel (Spoiler alert: ahora chapuceo con más gracia en Excel y he aprendido a quererlo más).

Sin embargo, llegó un correo que me llamó la atención: la Universidad El Bosque presentaba la maestría en Informática Biomédica, y me pareció interesante. Pude hablar con la persona que la estructuró y fue su primer director y me convencí. Sin embargo, en ese momento pasaron muchas cosas que me llevaron a no iniciar la formación.

Hasta que entre abril y mayo de 2020, cuando ya habían iniciado el camino tres cohortes, volví a ponerme en contacto con las personas a cargo de la maestría, averigüé los tiempos y me decidí. En ese momento la pandemia iba en un lento aumento y el pico, aplanado, no llegaba, y las tragedias de Irán, Italia y Guayaquil no se veían tan cercanas... (spoiler alert: no fue así pero suave no fue).

Primera lección, no creas todo lo que te dicen: lo que pregunté hasta la saciedad de cuánto tiempo se requiere para cumplir con los objetivos de la maestría resulto no ser tan cierto. Comencé a colgarme, los talleres requerían mucho más tiempo del que yo esperaba y el pico aplanado por fin se aceleró y llegó... El pico de las actividades de la maestría también llegó, y la salud mental se estalló completamente. Gracias al apoyo de Diana y el estímulo que me dio mi hijo M... pude terminar el semestre y sobrevivir a ese primer brote. En ese momento escribí esto:

 

Burnout

La noche cae y me arrastra en ella
Ya no quedan ganas ni fuerzas ni anhelos
La respiración está cortada por suspiros agónicos
los ojos lo ven todo borroso y en sombras
ya nada importa
ya nada cuenta

Todo es ruido blanco
desesperante
desesperanza
como lluvia en un tejado de zinc
desde afuera

Como un leño que alumbró con fuerza en el hogar 
entregó el calor y la luz
y queda una brasa titilante que se enfría y se apaga
sin resistencia
cenizas tibias que se vuelven hielo...

pero el fénix no renace
pero el fénix no renace

6 de noviembre de 2020


Describir cada semestre no es la idea de esta entrada. Valga la pena anotar que fueron una experiencia intensa pero debo decir que aprendí mucho y sobre todo, me expuso a algo que los médicos no experimentamos frecuentemente: trabajar con personas cuyo foco central no es la atención de pacientes. La presencia de ingenieros (de sistemas y biomédicos) otros médicos, una odontóloga, recién graduados o personas con muchas experiencia, fue una amalgama muy interesante y sobre todo, me recordó algo y es que los médicos somos dados a trabajar sin pedir ayuda y preocupándonos por los problemas, en vez de trabajando en grupo y agradeciendo los problemas para aprender.


Finalmente, y sin mucha fe en mí mismo, debo aceptar, logré sacar adelante las materias y terminarlas de manera decorosa. La materia "perdida" de primer semestre era solo un amargo recuerdo (segundo spoiler alert: volvió para amargarme la vida). Con la ayuda del Director de la maestría y mi nuevo director de tesis (Gracias Ingeniero Germán) logré sacar adelante un proyecto de grado: una aplicación prototipo para orientar a las personas que trabajan con pacientes con neutropenia febril posquimioterapia. Con el reloj corriendo para tenerla terminada antes de que se cumpliera el límite de tiempo para graduarme, y un cronograma estricto de tareas semanales a quincenales, el proyecto fue tomando forma y finalmente quedó listo. Comencé a trabajar en terminar el documento escrito para entregar y a elegir jurados: el director de mi tesis como infectólogo y una excelente infectóloga con una capacidad de estudio y trabajo inagotable. Y así, un 7 de diciembre sustenté mi tesis con 30 minutos cronometrados y recibiendo el apoyo de muchas personas, recibiendo no solo un aprobado sino una postulación a tesis meritoria, postulación que no se concretó a causa de la materia perdida en primer semestre. (Caigo en la cuenta que un 7 de diciembre, pero hace muchísimos años, supe que fui aceptado a la especialidad en infectología). En marzo me gradué y formalmente, cerré esta etapa del camino.


Ahora puedo firmar MSc. Pero creo que más alla de eso (da hoja de vida) me quedaron muchos aprendizajes para la vida: trabajé de la manera más interdisciplinaria que había hecho hasta entonces; tuve que aprender a darme cuenta de que no puedo solo y de que no tengo que poder, que puedo pedir ayuda y que la voy a recibir, de manera honesta y desinteresada, que los médicos sentimos que todo lo podemos y todo lo sabemos y que está mal si no, y no es cierto. Además, cosas como la interoperabilidad, las posibilidades y limitaciones de los recursos electrónicos y digitales, a no temerle a la Inteligencia Artificial y entender sus alcances y a no perderle el paso a su evolución.

 

Aparte de mi familia (Diana, M..., papás, hermanos, todos), quiero agradecer a todos los que me acompañaron en este camino, tanto como compañeros de maestría, como profesores, como compañeros de trabajo que me ayudaron a arañar tiempo, amigos que me sostuvieron y me llamaron a la luz... Y a la Universidad El Bosque que me apoyó como profesor para poder pagar y cursar la maestría. Toda la gratitud.

 

Julio César Gómez Rincón.
Médico especialista en infectología, MSc.








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