Después de toda la ansiedad y la expectativa de enero de 2020, con los preparativos, cuarentena incluida desde marzo, dos semanas después de confirmar el primer caso, y viendo la cantidad de información que estaba saliendo, graficando en Excel los casos y mirando su evolución, una idea que ya venía de antes se hizo explosión y la pregunta incesante no paró hasta ser respondida: ¿y si hago la maestría?
Desde hacía dos años (es decir, desde el 2018) venía en la búsqueda de un aprendizaje que me permitiera manejar mejor los datos de infecciones asociadas a la atención en salud (IAAS o mejor, nosocomiales, palabra que aunque no abarca todos los escenarios es menos equívoca) de las instituciones en las que trabajo, y empecé a buscar algo que me permitiera hacerlo mejor. Sin embargo, no encontraba una respuesta clara que me orientara mejor que lo que ya sabía chapucear en Excel (Spoiler alert: ahora chapuceo con más gracia en Excel y he aprendido a quererlo más).
Sin embargo, llegó un correo que me llamó la atención: la Universidad El Bosque presentaba la maestría en Informática Biomédica, y me pareció interesante. Pude hablar con la persona que la estructuró y fue su primer director y me convencí. Sin embargo, en ese momento pasaron muchas cosas que me llevaron a no iniciar la formación.
Hasta que entre abril y mayo de 2020, cuando ya habían iniciado el camino tres cohortes, volví a ponerme en contacto con las personas a cargo de la maestría, averigüé los tiempos y me decidí. En ese momento la pandemia iba en un lento aumento y el pico, aplanado, no llegaba, y las tragedias de Irán, Italia y Guayaquil no se veían tan cercanas... (spoiler alert: no fue así pero suave no fue).
Primera lección, no creas todo lo que te dicen: lo que pregunté hasta la saciedad de cuánto tiempo se requiere para cumplir con los objetivos de la maestría resulto no ser tan cierto. Comencé a colgarme, los talleres requerían mucho más tiempo del que yo esperaba y el pico aplanado por fin se aceleró y llegó... El pico de las actividades de la maestría también llegó, y la salud mental se estalló completamente. Gracias al apoyo de Diana y el estímulo que me dio mi hijo M... pude terminar el semestre y sobrevivir a ese primer brote. En ese momento escribí esto:
Burnout
Describir cada semestre no es la idea de esta entrada. Valga la pena anotar que fueron una experiencia intensa pero debo decir que aprendí mucho y sobre todo, me expuso a algo que los médicos no experimentamos frecuentemente: trabajar con personas cuyo foco central no es la atención de pacientes. La presencia de ingenieros (de sistemas y biomédicos) otros médicos, una odontóloga, recién graduados o personas con muchas experiencia, fue una amalgama muy interesante y sobre todo, me recordó algo y es que los médicos somos dados a trabajar sin pedir ayuda y preocupándonos por los problemas, en vez de trabajando en grupo y agradeciendo los problemas para aprender.
Finalmente, y sin mucha fe en mí mismo, debo aceptar, logré sacar adelante las materias y terminarlas de manera decorosa. La materia "perdida" de primer semestre era solo un amargo recuerdo (segundo spoiler alert: volvió para amargarme la vida). Con la ayuda del Director de la maestría y mi nuevo director de tesis (Gracias Ingeniero Germán) logré sacar adelante un proyecto de grado: una aplicación prototipo para orientar a las personas que trabajan con pacientes con neutropenia febril posquimioterapia. Con el reloj corriendo para tenerla terminada antes de que se cumpliera el límite de tiempo para graduarme, y un cronograma estricto de tareas semanales a quincenales, el proyecto fue tomando forma y finalmente quedó listo. Comencé a trabajar en terminar el documento escrito para entregar y a elegir jurados: el director de mi tesis como infectólogo y una excelente infectóloga con una capacidad de estudio y trabajo inagotable. Y así, un 7 de diciembre sustenté mi tesis con 30 minutos cronometrados y recibiendo el apoyo de muchas personas, recibiendo no solo un aprobado sino una postulación a tesis meritoria, postulación que no se concretó a causa de la materia perdida en primer semestre. (Caigo en la cuenta que un 7 de diciembre, pero hace muchísimos años, supe que fui aceptado a la especialidad en infectología). En marzo me gradué y formalmente, cerré esta etapa del camino.
Ahora puedo firmar MSc. Pero creo que más alla de eso (da hoja de vida) me quedaron muchos aprendizajes para la vida: trabajé de la manera más interdisciplinaria que había hecho hasta entonces; tuve que aprender a darme cuenta de que no puedo solo y de que no tengo que poder, que puedo pedir ayuda y que la voy a recibir, de manera honesta y desinteresada, que los médicos sentimos que todo lo podemos y todo lo sabemos y que está mal si no, y no es cierto. Además, cosas como la interoperabilidad, las posibilidades y limitaciones de los recursos electrónicos y digitales, a no temerle a la Inteligencia Artificial y entender sus alcances y a no perderle el paso a su evolución.
Aparte de mi familia (Diana, M..., papás, hermanos, todos), quiero agradecer a todos los que me acompañaron en este camino, tanto como compañeros de maestría, como profesores, como compañeros de trabajo que me ayudaron a arañar tiempo, amigos que me sostuvieron y me llamaron a la luz... Y a la Universidad El Bosque que me apoyó como profesor para poder pagar y cursar la maestría. Toda la gratitud.
Julio César Gómez Rincón.
Médico especialista en infectología, MSc.
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