A veces uno observa encuestas en determinados momentos a referenciar los hallazgos más importantes del último siglo, o del último milenio, en una multitud de campos, incluyendo la medicina y sus disciplinas conexas, y encuentra uno que el descubrimiento de los antibióticos y de las vacunas (otros hablan de invención) son de los que puntean este escalafón de hitos que han hecho posible la vida moderna. Si fuera mi elección, sólo entre esas dos, elegiría sin lugar a duda la inmunización como el hito más importante, porque permite disminuir la morbilidad, el ausentismo laboral y escolar, la mortalidad y una vida libre de secuelas para una población muchísimo mayor que la podemos alcanzar tratando infecciones ya establecidas, de una en una.
El fenómeno de la resistencia bacteriana en mis épocas de estudiante era algo a tener en cuenta para el futuro, y no se le consideraba por la mayoría como la gran amenaza en que se ha convertido. Pero sólo hasta ahora veo con preocupación que esa otra herramienta poderosa con la que contamos, la vacunación, está generando resistencia, aunque de una manera diferente, pero no por ello, menos peligrosa.
Me explico: la vacunación induce anticuerpos y en el caso de la hepatitis B en particular, están bien descritos los fenómenos de aparición de mutantes de escape a vacuna, que ya no son neutralizadas por estos anticuerpos. No es esa en realidad la resistencia a la que temo. Son los movimientos contrarios a la vacunación los que me generan recelo, especialmente aquellos que saben recubrirse de apariencia científica porque llevan a que los padres decidan no vacunar a sus hijos, y exponerlos a diversos riesgos, como ha ocurrido recientemente en Estados Unidos con el brote de sarampión que afecta ya a 17 estados, con 133 casos sólo durante 2015 y fuera del país a México.
Desde el descubrimiento de las enfermedades infecciosas se ha abogado por la consecución de un tratamiento que sólo afecte al ser ajeno a nuestra biología, al microorganismo patógeno que está donde no debe estar, sin afectar los demás tejidos sanos. Desde tiempos inmemoriales se le llamó a ese deseo, aplicado en diversas artes y oficios, “la bala mágica” y así fue llamado el salvarsán que permitía tratar la sífilis. El padre de dicho compuesto, Paul Ehrlich, es quizá uno de los pioneros y fundadores más impresionantes de los últimos 300 años, fundando o dejando la semilla de varias de las especialidades y disciplinas más reconocidas en los últimos 50 años. Una buena reseña de su vida, obra y “milagros” la encuentran aquí. Lo menciono porque esa bala mágica buscada no creo que sean los antimicrobianos, y sí los anticuerpos monoclonales, pero las vacunas son quizá una de las herramientas más impactantes para generar anticuerpos propios, funcionales, a medida, con memoria, y que funcionan de manera poblacional, lo cual las hace, junto con el saneamiento básico, la mejor estrategia para proteger a la humanidad de diversos peligros. Lamentablemente, todos sabemos que las balas mágicas no existen, y a diferencia de Papá Noel, el niño Dios, el ratón Pérez (inserte aquí el personaje favorito de su infancia __________), no son los papás.
Sin embargo, y lo sabemos bien, la vacunación no está exenta de riesgos, pero una ola creciente de personas aboga por erradicar, ya no las enfermedades, sino las vacunas, basadas en parte por los riesgos inherentes a la inmunización, pero sobre todo, en mitos y rumores tales como la aparición de autismo y otras condiciones mentales, o en temores de que las multinacionales se están lucrando por unos compuestos que no previenen ya nada, dado que esas enfermedades infecciosas están extintas.
Nada más lejano de la realidad. En este artículo se explica que en Estados Unidos hay grupos que rechazan la vacunación por principios religiosos o filosóficos, y que en respeto a ellos la vacunación no es obligatoria, pero como desde la publicación del artículo de Wakefield en Lancet, que mostró una asociación entre la vacunación con vacuna triple viral, que incluye el componente contra sarampión, y un síndrome enteritis/autismo con sólo 12 pacientes, el rechazo a la vacunación se ha venido extendiendo en grupos diversos de la población e incluso algunos médicos han hecho parte de estos, informando que en la situación actual, los riesgos son superiores a los beneficios.
Lancet tuvo que retractarse de este artículo, lo que en ciencia es un ataque directo a la credibilidad, dado que la revisión pareada no logró descubrir problemas en el artículo y recomendó su publicación. Pero el asunto era más grave: el artículo de Wakefield fue investigado, pero no por pares científicos, sino por un periodista que mediante reuniones con algunos padres de familia logró demostrar que en realidad el artículo fue un fraude creado con la intención de entablar una demanda y en este enlace se puede leer en BMJ la descripción completa del caso. En conclusión: se trató de un montaje con fines económicos, los mismos que le atribuyen a la industria farmacéutica al desarrollar vacunas y publicar sus artículos.
Queda la duda de si en realidad hay beneficio en vacunarse, específicamente contra sarampión. Aquí los invito a consultar esta entrada del Blog Left Brain/Right Brain sobre autismo que nos recuerda que el sarampión es una enfermedad que aún tiene un potencial de letalidad, y que las gráficas y los cálculos estadísticos tienen ciertas limitaciones que conviene tener en cuenta. Por ejemplo, si a partir de la gráfica de la izquierda uno hace consideraciones simples diría que la introducción de la vacuna supuso una caída rápida en un punto del tiempo de los casos, pero que la tendencia en la mortalidad no varió, y que esto se debe exclusivamente a la mejor nutrición de ese momento de la historia, comparado a los momentos previos. Sin embargo, bien sabemos que el pasado es difícil de explicar pero fácil de predecir, y que la caída en la mortalidad está relacionada con el menor número de casos, y que la nutrición y los cambios sanitarios variaron previamente la letalidad que después se mantuvo alrededor de 2,6 muertes por cada mil casos, pero sólo con la caída en el número de casos, cae el número de muertos. En Francia a 2012, la letalidad está en 3 por mil, la misma de 1960, es decir que sin reducir el número de casos, y perdón que me repita, las muertes serían las mismas que las de esa época. Por cierto, en varios blogs contra la vacunación aparece esta imagen, exactamente igual, sólo que interpretada distinta, y con el subtítulo ya tradicional: lo que las farmacéuticas no quieren que veas.
Una última imagen, procedente del mismo blog. Al mirar el número de casos reportados en Reino Unido, se aprecia un incremento en el número de casos brutos. Los autores del LB/RB ponen de relieve ciertos puntos importantes que muestran como caen los casos con la introducción de la vacuna del sarampión, luego la triple viral, y como aumentan después del fraudulento artículo de Wakefield. El incremento en el número de casos llevará a un incremento en el número de muertes ¡porque la letalidad no ha cambiado! Pero aún hay gente diciendo que algo que mata 3 niños por mil no es nada grave, que hay cosas peores, y que la vacuna tiene más riesgo de autismo, sin ningún asomo de prueba válida en sostén de esto.
Del tema queda mucho que cortar, en especial con el síndrome ASIA y los eventos de Carmen de Bolívar en Colombia, en relación con la vacunación contra VPH. No será hoy. Pero si bien es verdad que las balas de plata, las primeras balas mágicas imaginadas no existen, no es menos cierto que sí estamos rodeados de más de un hombre lobo, con diversos intereses, que buscan desacreditar, sin mucho fundamento, la vacunación.
A eso súmale la negligencia de los gobiernos que no mantienen la cobertura de vacunación adecuada para entidades como el polio, favoreciendo la aparición de brotes de la cepa salvaje como en China.
ResponderBorrarY además sumarle le flaco favor que le hizo Obama a la vacunación usando una estrategia de vacunación como estrategia para determinar la posición de Osama Bin Laden. Es necesario seguir evaluando la evidencia y desmontando mitos acerca de la vacunación.
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