lunes, 16 de marzo de 2020

Pandemónium


Pandemónium: Lugar en el que hay gran confusión, ruido y griterío...

El 30 de diciembre de 2019, y parecen años desde este día, un médico avisaba en un grupo de Wechat que se habían identificado 7 casos de SARS siendo citado por la policía por incitar al pánico.Un día después China avisó a la OMS que estaba enfrentando un brote de una enfermedad causada por un nuevo coronavirus. Un día después empezábamos este 2020 sin saber que después de los incendios australianos que devoraron la atención mundial durante enero, una epidemia de muy rápido crecimiento nos aterraría con su rápida propagación y un número muy importante de personas muertas. Para China, su año nuevo empezó con una operación de cuarentena sin precedentes, teniendo en cuenta que el año nuevo lunar es el escenario para la migración humana más grande de cada año. Después Irán de manera inesperada y luego Italia presentaron los brotes más virulentos, seguidos por ahora de España. El virus, antes de terminar febrero tocó las puertas de Latinoamérica, en Brasil. El 2 de marzo se le hizo la prueba a una mujer que llegó procedente de Italia y el 6 de marzo empezó nuestro pandemónium, 66 días después del inicio de año.

Tal vez hay que empezar a aquietar el pandemónium, tal vez, hay que atenuar el alboroto, el ruido, el griterío.

Hay mucha, mucha, mucha información en el ambiente, y eso hace que la confusión reine, sobre todo, porque mucha e esa información es cierta, así mucha de información aún sea incompleta. Así que es necesario dejar ciertas cosas claras para desde las certidumbres poder tomar decisiones o entender las decisiones que se toman en relación con el manejo y control de la pandemia.

La primera certidumbre es que todos los seres humanos somos susceptibles a la infección. Y eso implica que todos podremos (no tendremos, es cierto) quedar infectados. La segunda certidumbre es que el 80% de las personas desarrollará enfermedad leve, un 15% enfermedad moderada y un 5% enfermedad grave, y que hay personas en mayor riesgo de acuerdo con su edad y sus factores de riesgo, es decir, si presentan enfermedades como diabetes, enfermedad coronaria o cáncer. Tercera, que la infección se transmite con relativa facilidad y de manera muy efectiva, que lo hace predominantemente por gotas (es decir, las partículas están contenidas dentro de gotas de secreciones respiratorias que son lanzadas al ambiente al toser o al estornudar) que pueden ser aspiradas por otras personas o que, al depositarse en las superficies, una persona puede llevarlas inadvertidamente con sus manos a sus ojos, nariz o boca, facilitando la infección. Cuarta, que personas con sintomatología muy leve, o tal vez asintomáticas, pueden transmitir la infección. Quinto, que en la era de los trenes rápidos y los aviones, las epidemias viajan a esta misma velocidad.

De esas certidumbres casi que universales podemos pasar a unas probabilidades más o menos establecidas para ciertos eventos. Es más, algunos de los factores que afectan esos eventos pueden ser modificados por acciones tomadas por los gobiernos, por comunidades, pero también por cada individuo.

¿Cómo podemos parar la epidemia? La respuesta es simple pero no es fácil: dejando de ser susceptibles, alcanzando la inmunidad o al menos un nivel de inmunidad que haga muy difícil que los que siguen siendo susceptibles se infecten (eso lo llamamos inmunidad de rebaño). Esto solo se logra mediante infección previa o vacunación. Tenemos dos problemas aquí: No tendemos vacuna y no tendremos durante un largo tiempo y no sabemos que proporción de la población debe estar inmune. Así que a primera vista pareciera que no tenemos nada qué hacer.

Teniendo en cuenta que no podemos parar la epidemia, tendremos que manejarla. ¿Para qué? Hay dos datos de una epidemia que no son fijos, y que dependen tanto del virus como de nosotros, las personas: la transmisibilidad que se mide con el ya famoso R0, y la letalidad. Hay dos maneras en qué podremos entender qué tan rápido una epidemia puede afectar una población: cuantas personas se infectan a partir de un infectado o qué tan rápido se duplican la cantidad de casos. Como conocemos el modo de transmisión sabemos que tenemos una serie de medidas que podremos usar para dificultar la transmisión y de ese modo “aplanar la curva”: lograr que los casos se retrasen con respecto a lo esperado y de esa manera, a su vez, buscar que los casos más graves y con mayor riesgo de muerte ocurran menos rápido.

¿Qué estrategias conocemos para disminuir la transmisión de enfermedades por gotas? La primera, aislar a todas las personas enfermas. Como no sabemos quienes están, o estarán enfermos, inicialmente todas las personas con sintomatología respiratoria o que hayan estado en contacto con personas con la enfermedad confirmada, o que provengan de lugares donde es muy probable adquirir la infección deberán aislarse para no contagiar a más personas. Esto implica que estas personas se queden en sus casas, que mantengan una distancia con las otras personas de mínimo un metro y ojalá dos, que usen tapabocas si es indispensable que salgan o se acerquen a otros, y que solo vayan a los servicios de urgencias si es necesario. Esas medidas las debemos aplicar en TODOS los picos respiratorios.

La segunda, lavar las manos. La mayoría de los virus respiratorios, y el coronavirus causante de la enfermedad por coronavirus o covid-19 también, están recubiertos por una capa grasa que se disuelve fácilmente con los jabones. Sin esta capa grasa el virus no puede invadir las células, no puede infectar ni causar enfermedad. Así que si entramos en contacto con secreciones, directamente de un infectado o indirectamente a través de una superficie contaminada, y nos lavamos las manos, el virus se inactiva y estaremos seguros. El alcohol glicerinado también destruye los virus pero no funciona adecuadamente si las manos están sucias.

Tercero, si mis manos están contaminadas pero no puedo limpiarlas, es fundamental que las aleje de mi cara, especialmente de mis ojos, mi nariz y mi boca. De esa manera, el virus no podrá entrar a las células que sí puede invadir y me protegeré de la infección.

Cuarto. Si sé que las gotas solo viajan un metro, o en el mejor de los casos viajan dos, mantener esta distancia hará más probable que no entre en contacto con partículas infectantes que provengan de otras personas y evito el contacto como los besos o el estrechar o chocar las manos. Esto lo llamamos “distanciamiento social” y es una de las razones por las que en ciertos momentos de la epidemia se cerrarán espacios donde se aglomeren las personas, algo que ya está pasando con el cierre de colegios, la invitación a hacer teletrabajo si es posible, y los cambios en los turnos de las empresas. Entre más logremos distanciarnos y aquietarnos es probable que logremos dar tiempo a que se alcance inmunidad de rebaño y de esa manera contener la epidemia. Este simulador del Washington Post lo muestra de una manera mucho más clara.

Ahora la letalidad. La mejor manera de controlar la letalidad es con un tratamiento antiviral efectivo, pero carecemos de este y no tendremos uno en un buen tiempo, así en estos momentos el remdesivir luzca prometedor. Así que, tenemos que lograr estas dos cosas lo mejor que podamos: mantener a salvo de la infección a las personas con mayor riesgo de mortalidad o lograr que el número de personas graves esté siempre dentro de la capacidad del sistema de salud para tratarlas en el mejor escenario posible, recibiendo el soporte necesario, y si el sistema es desbordado muchas personas morirán por no poder ser ayudadas a controlar la infección. De los datos de Wuhan y en Italia aprendimos, o mejor, recordamos, que si tenemos más casos graves o que requieran hospitalización de los que podemos manejar, estos morirán, y eso explica porqué la mortalidad es tan diferente dependiendo del momento o del lugar. Así que las medidas que aplanan la curva también ayudan a controlar la mortalidad.

Ahora viene lo difícil. Las cuarentenas y las medidas de distanciamiento social no son fáciles de sostener en el tiempo y no sabemos cuánto tiempo se deben mantener para lograr que el virus no ponga en jaque la capacidad del sistema de salud de absorber los casos. China enfrenta una decisión igual de difícil que cuando cerró las ciudades: volver a abrirlas, porque al hacerlo volverá a tener un incremento, incluso exponencial de los casos, y la genta cansada puede no colaborar tanto como la primera vez. Por esa razón será clave partir de la convicción de que tarde o temprano nos infectaremos, que no necesariamente será el acabose, y que si lo hacemos bien habremos ganado tiempo suficiente para tener un tratamiento efectivo y ojalá una vacuna. También, tener en cuenta que el virus podrá adaptarse de manera tal que vuelva con cada pico respiratorio y que tendremos que proteger a los más vulnerables qué es como siempre deberíamos hacer. Cuando empezó la epidemia cometimos el error de decir que sería como una gripa estacional, cuando resultó mucho más letal, pero fallamos al reconocer el peligro que encierran influenza, y varios de los virus respiratorios de temporada como el sincitial. Por eso, una medida adicional es vacunarnos contra influenza para quitarle presión al sistema de salud porque tenemos un pico respiratorio que avanza, una epidemia de dengue que es una infección que es grave y también mata, y el resto de la vida (accidentes, infartos, etcétera) seguirá ocurriendo y requerirá atención médica hospitalaria y también en UCI, y que se vienen días duros para todos.

Un abrazo virtual de despedida, pero para disminuir el contacto, mejor decir adiós como lo hacen los vulcanos: larga vida y prosperidad. Las necesitamos.
 

 

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