miércoles, 24 de febrero de 2016

Dolores de cabeza

Pocas infecciones nos parecen más aterradoras y complicadas de abordar, por la emergencia que implican, que las meningitis, aunque siendo honestos, todas las infecciones del sistema nervioso central. Y nos aterran porque implican desde su diagnóstico la amenaza de la mortalidad, y lo que puede ser peor aún, de las secuelas en el caso de sobrevivir. Este temor puede ser tan extremo como en las encefalitis como la rabia donde la sobrevivencia es una excepción y la ausencia de secuelas apenas una esperanza, o la encefalitis herpética, en el cual el escenario siendo más prometedor sigue siendo sombrío.

Entonces aprendemos los signos de alarma, a sospechar más tempranamente, a diferir la urgencia de un diagnóstico microbiológico exacto por la urgencia de tratar empíricamente cuando no es factible obtener una punción lumbar urgente, pero las secuelas seguían sin control adecuado pero el asunto iba mejorando.

Como en una gran cantidad de las enfermedades infecciosas, el problema muchas veces radica más en la respuesta al agresor que en la agresión misma, sin negar que esa agresión puede, y suele ser, bastante dañina. De esa manera llegamos a la conclusión de que buscar maneras de controlar la inflamación en el SNC era una meta a alcanzar, y se comenzaron a ver hallazgos prometedores.

El uso de corticosteroides en meningitis ha mostrado beneficios en infecciones por S. pneumoniæ y tuberculosis, pero se ha extendió su uso a las meningitis bacterianas en general. De allí nace un cuestionamiento válido: ¿en los pacientes con VIH cuya causa de infección más considerada por nosotros es un hongo, el Cryptococcus, se verá ese beneficio? O por el contrario, ¿inmunosuprimir más a estos pacientes no traerá más riesgos?

Para ponernos en contexto es importante recordar que la criptococosis meníngea es uno de los diagnósticos definitorios de SIDA y que los pacientes pueden debutar con él, que la mortalidad es muy importante, más del 30% a la semana 10, y que las alternativas terapéuticas son bastante limitadas: la anfotericina B como eje de la terapia acompañada de flucitosina como esquema recomendado, o por fluconazol, como esquema alternativo, y las secuelas en este grupo de pacientes no son inusuales, de hecho son frecuentes.

Esta pregunta es abordada en el estudio CryptoDex, multicéntrico, realizado con pacientes de Vietnam, Tailandia, Indonesia, Laos, Uganda y Malawi. Lo llamativo del estudio, entre varias cosas, son las intervenciones: los dos grupos recibieron tratamiento con anfotericina B deoxicolato a 1 mg/kg/día más fluconazol (no flucitosina) y se realizó una aleatorización doble ciego a recibir dexametasona (ajustada por peso, no dosis fija, y variando semana a semana) o placebo. Los pacientes tenían que tener diagnóstico confiable de criptococosis meníngea, bien fuera con tinta china, cultivo, o estudio de antígeno por flujo lateral, no por látex. Adicionalmente, en los primeros pacientes enrolados se inició TARAE en las semanas 2 a 4 pero después se cambió el inicio a la semana 5.

El estudio, bien planteado y prometedor, sin embargo, tuvo que pararse por seguridad de manera prematura. Después de haber tamizado 823 pacientes e ingresado al estudio 451 de un total a enrolar de 880, se encontró que la mortalidad (47% vs 41%) era mayor para el grupo de dexametasona. Si bien los primeros análisis no sugerían que esa diferencia fuera estadísticamente significativa, era llamativo que el riesgo de mortalidad era cada vez mayor a medida que pasaba el tiempo, empezando con una aparente protección (HR: 0,77) hasta el día 22, un incremento en los días 23 a 43 (HR: 1,94), y un riesgo mayor (HR: 2,5) de los días 44 a 71. Al mirar la mortalidad a 6 meses nuevamente mostraba al ser analizada una tendencia a mayor mortalidad con un incremento de 9 puntos porcentuales a 11 puntos porcentuales. También se identificaron mayores riesgos de discapacidad, disminución en la depuración temprana en cultivos (aunque sin variación en la recaída según cultivos), y más frecuencia de eventos adversos en el grupo de intervención. El único hallazgo favorable a dexametasona es que fue el grupo que presentó la mayor reducción en la presión endocraneana en las primeras dos semanas.

Si bien el estudio por su parada temprana no alcanzó el poder pre-establecido para ver diferencias, las tendencias y los análisis para riesgos no proporcionales sí mostraron evidencia de daño asociado al uso de dexametasona por lo que es una estrategia que debe no ser considerada de manera regular en los pacientes con criptococosis meníngea. De manera llamativa, el 20% de los pacientes ya había iniciado TARAE y se podría estar frente a un IRIS de desenmascaramiento en este subgrupo y habría una indicación de dexametasona, pero en este subgrupo no se identificó un beneficio, o tendencia al beneficio, del uso de dexametasona.


Las recetas que sirven para determinadas patologías pueden no ser útiles cuando los pacientes y las etiologías cambian, y es sensato evaluar nuevas alternativas, más cuando los pacientes pueden verse afectados de muchas maneras. Por eso, así fuera una verdad que los infectólogos intuíamos hace rato, es a través de estudios bien hechos y bien seguidos que podremos establecer mejor la utilidad, o el daño, de estrategias terapéuticas con plausibilidad biológica.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario