Alguna vez escuché a un profesor de medicina decir que en el pregrado debería hacerse una entrevista y preguntarle al aspirante cuál de los premios Nobel era su héroe, cuál lo inspiró a ser médico. Me pareció una pregunta estúpida y me sigue pareciendo una pregunta torpe porque parte de una premisa falsa. En otra entrada tal vez hable de ello. Sin embargo, en Colombia hubo un científico que inspiró a personas de edades variadas a investigar en ciencias biomédicas, a algunos muy jóvenes tal vez a estudiar medicina.
Sé que hablar de Patarroyo ante su muerte reciente es poco original y sobre todo, es algo controversial. Al mejor estilo del “descubrimiento” de América o sin ir más lejos, el hospital San Juan de Dios, se presentan una leyenda rosa y una negra diametralmente opuestas e irreconciliables. Por otra parte, la prensa ya nos ha hecho un recuento histórico de su vida, sus logros, sus reconocimientos y premios, otros han hecho eulogias recordando al hombre, matizando sus defectos y queriendo recordarlo tal y como fue. Sus amigos, pero también sus estudiantes y discípulos en redes sociales han hecho publicaciones recordándolo y agradeciéndole lo que hizo por ellos. Y otros, desconocidos, estudiantes, compañeros y demás han hablado de su fracaso, de qué cómo así que era bueno, de que se comía todo el presupuesto de investigación de la nación a cambio de nada y que ojalá la Universidad ahora pueda hacer algo con ese gran salario que va a dejar de pagar (con el añadido de qué jamás les dio (nos dio) clase), entre otras quejas.
Empezar por recordar que Patarroyo fue una persona y por lo tanto, tuvo aciertos y errores. Y yo creo que si bien como varios lo han retratado era un hombre de ciencia y que mi contacto con él fue mayoritariamente a través de sus apariciones en prensa y televisión (como cualquier otro colombiano), precisamente ese comportamiento de vedette es lo que lo hace tan repelente a muchas personas, especialmente a aquellos que trabajan en ciencia. Especialmente porque ese comportamiento de vedette llevó a que un grueso del presupuesto de investigación se invirtiera en su laboratorio y dejara desatendidos al resto de investigadores nacionales. Patarroyo sabía que ser el consentido de los medios, ser ese colombiano bueno y de mostrar, que podía llegar al Nobel y ganarlo, crear algo relevante e importante, cambiar la cara de nuestra nación… en fin, Patarroyo sabía que con ese apoyo mediático, que además parecía disfrutar, le permitía presionar a los gobiernos de turno para obtener fondos para la investigación. ¿Desacreditaba a los demás para que no les dieran los fondos a ellos o prometía un futuro venturoso que no necesariamente era cierto y por eso él era el principal y según muchos, el único beneficiario? No lo sé. Sin embargo, si algo ha caracterizado a nuestros gobiernos es su pobre apoyo a la educación, no se diga ya a la investigación y en arte Patarroyo logró movilizar ese apoyo, pero, especialmente para él y sin que se generara una política de investigación en el país.
Con respecto a la investigación sigue el otro gran lunar y es el escándalo de los primates de investigación. Como si los resultados de los estudios de la vacuna no hubieran sido un puñal en un país ávido de triunfos en el que el éxito tiene muchos padres pero el fracaso tiene pocas cabezas responsables que deben rodar para gusto del Coliseo. Las acusaciones fueron graves, muy graves, y en algún momento diferentes grupos plantearon acabar la investigación con animales en Colombia. Aquí de nuevo la personalidad del homenajeado agravó las cosas y no fue de mucha ayuda. Lo positivo es que al menos se logró un consenso en la indispensable que es hacer un seguimiento riguroso de los proyectos de investigación con animales, de manera que se respeten los principios éticos y se garantice el bienestar animal y que una investigación que de verdad requiera de un modelo animal pueda realizarse.
Como preámbulo del cierre, copio textualmente un mensaje enviado por el profesor Raúl Sastre, ex decano de la Facultad de Medicina, como homenaje al doctor Patarroyo:
“Manuel Elkin Patarroyo nació en Ataco, Tolima en 1946. Obtuvo el título de Doctor en Medicina y Cirugía de La Universidad Nacional de Colombia en 1971. Cursó estudios de posgrado en Rockefeller University, N.Y. y en el Instituto Karolinska de Suecia. Fue profesor de la Universidad Nacional durante 52 años. En este decálogo, enumero algunos de los méritos de nuestro profesor.
1- Fue el pionero en Colombia en la creación de las vacunas sintéticas. A nivel mundial uno de los cinco primeros en trabajar en este campo (Merrifield, Lerner, Sela, Zabala, Patarroyo). En 1987 desarrolló la vacuna SPf66 contra la malaria y donó su patente a la OMS.
2- Su trabajo cobra valor adicional por adelantarse en un país en vía de desarrollo donde emprendió labores en un elemental laboratorio en el Hospital San Juan de Dios. Así, Patarroyo inició la inmunología en la Universidad Nacional.
3- La crisis del HSJD en 2001 cerró su instituto de inmunología. Sus equipos entre los que contaba con un resonador magnético de 700 MHz se perdieron. Gran parte de la nómina de su laboratorio la cubría el hospital y al cerrarse perdió ese apoyo económico. Esta catástrofe no lo detuvo.
4- Además de su aporte técnico-científico su laboratorio fue un semillero de jóvenes investigadores.
5- Su docencia la ejerció dictando seminarios a estudiantes de posgrado en el Instituto de Inmunología.
6- Dirigió 32 tesis doctorales.
7- Publicó 426 artículos en las más destacadas revistas del mundo como Nature, Chemical Reviews, Angewandte Chemie, The Lancet, etc.
8- Produjo 9 patentes.
9- Merecedor de Reconocimientos como: Premio Príncipe de Asturias, premio Robert Koch, Medalla de Edimburgo, premio Fundación L. Bernard OMS, Premio Nacional Ángel Escobar entre otros y diez doctorados Honoris causa.
10- Fue postulado para el Nobel de química en 1990 (único científico colombiano)”
Raúl E. Sastre Cifuentes M.D., Bogotá enero 9 de 2025.
(Nota: otras personas han dicho que la nominación se dio en el año 1989).
Un último punto a presentar: una queja muy repetida en twitter es que Patarroyo es un fracasado. Y que su fracaso es evidente ya que la vacuna no servía y que todo ese dinero gastado fue dinero perdido y para rematar ¡no se ganó el Nobel!. Eso me recordó lo que alguna vez dijo un profesor en clase sobre Paul Erlich: que se salvó de ser un fracasado gracias al salvarsán. Y no, para nada es así. Sin embargo, aquí pueden leer una maravillosa recopilación de los méritos de Paul Ehrlich para ver que fue una de las mentes más brillantes, con grandes aportes a muchas ramas del conocimiento y, él sí, con el merecimiento de un premio Nobel. El éxito de Patarroyo no está mediados ni por el Nobel (grandes reconocimientos nacionales e internacionales no le faltaron) ni por el éxito de la vacuna. Ser capaz de desarrollar y sostener un espacio de investigación tan importante como el Instituto de Inmunología, realizar cientos de publicaciones que mostraron sus hallazgos, muchos de ellos de una notable dificultad técnica, formar nuevos investigadores que no solo eran médicos sino también químicos, bacteriólogos, microbiólogos, físicos, entre otras profesiones, y hacer de la inmunología una disciplina científica conocida es en una quijotada en todo el sentido de la palabra. Esa creación de capacidad investigativa y de atracción de talento humano es digna de resaltar.
Murió un hombre que a la fecha (aunque al decir esto puede que no le esté reconociendo su mérito a Nubia Muñoz) es el más importante científico y académico colombiano, respaldado por sus publicaciones y reconocimientos, pero que decayó hasta devenir en una triste caricatura de sí mismo.
Paz en su tumba.
Respecto del maravilloso laboratorio de instituto de inmunología, vale la pena resaltar que dichos equipos pertenecían a la Universidad Nacional y no al hospital San Juan de Dios. Pero conocedor de dos situaciones 1. Que el director del instituto no conservaba la prueba de propiedad de dichos equipos por parte de la universidad (porque el era el director) 2. Que por encontrarse localizados físicamente en el hospital San Juan de Dios habían sido marcados con una placa metálica del hospital. Manuel quien en una alocución durante el noticiero de las 7, le contó a los bancos sobre el valor económico de dichos equipos y al mejor estilo de los cuentos infantiles, les pidió que no se los quitaran. Una vez por la sugerencia que acababa de hacer, los bancos persiguieron dichos equipos Y cerraron el laboratorio, en detrimento patrimonial de la Universidad nacional que nada tenía que ver en el asunto de San Juan de Dios, el ego de Manuel estaba a salvo para aceptar la invitación de España y dejar el país.
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