Después de toda la ansiedad y la expectativa de enero de 2020, con los preparativos, cuarentena incluida desde marzo, dos semanas después de confirmar el primer caso, y viendo la cantidad de información que estaba saliendo, graficando en Excel los casos y mirando su evolución, una idea que ya venía de antes se hizo explosión y la pregunta incesante no paró hasta ser respondida: ¿y si hago la maestría?
Desde hacía dos años (es decir, desde el 2018) venía en la búsqueda de un aprendizaje que me permitiera manejar mejor los datos de infecciones asociadas a la atención en salud (IAAS o mejor, nosocomiales, palabra que aunque no abarca todos los escenarios es menos equívoca) de las instituciones en las que trabajo, y empecé a buscar algo que me permitiera hacerlo mejor. Sin embargo, no encontraba una respuesta clara que me orientara mejor que lo que ya sabía chapucear en Excel (Spoiler alert: ahora chapuceo con más gracia en Excel y he aprendido a quererlo más).