Desde hace días se respira un aire de navidad. Más o menos desde Pentecostés, porque a diferencia de la película del extraño mundo de Jack, la navidad fue la que se devoró al Halloween y no al revés; noviembre es un mes de transición cada vez más corto, la novena de aguinaldos se reza ya no por noches sino por meses.
Sin embargo, antes de las consideraciones de cada día de la novena, siempre va una oración. Hoy la variaremos un poco y espero que les guste.
"La obra estaba en plena representación en el teatro del pueblo cuando, de pronto, cayó el telón y salió al proscenio el director.“Señoras y señores”, dijo, “me apena profundamente tener que decirles que el protagonista, nuestro queridísimo alcalde, acaba de sufrir un fatal ataque al corazón en su camerino. Por tanto, nos vemos obligados a suspender la representación”.Al escuchar aquello, una corpulenta mujer de media edad que se encontraba en la primera fila se levantó y gritó agitadísima: “¡Rápido! ¡Que le den caldo de pollo!”.“Señora”, dijo el director, “el ataque ha sido fatal. ¡El alcalde ha muerto!”.“¡Entonces, que se lo den enseguida!”.El director estaba que mordía: “Señora”, suplicó, “¿quiere usted decirme qué bien puede hacerle a un hombre muerto un caldo de pollo?”.“¿Y qué mal puede hacerle?”, gritó ella.El caldo de pollo es para los muertos lo que la religión es para los inconscientes, cuyo número, por desgracia, es infinito."
Tomado de la oración de la rana, de Anthony de Mello.
En situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Usar antibióticos que habíamos abandonado por su toxicidad es un ejemplo, y de esa manera han regresado de los profundo de los anaqueles las polimixinas, estamos reconsiderando el regreso triunfal del cloranfenicol (que nunca se ha ido del todo) o hacemos combinaciones inesperadas que a veces muestran resultados en casos muy difíciles (y a veces no).