Eso dicen en mi casa: el saludo no se le niega a nadie. Y por eso, para iniciar este blog, nada mejor que hablar del saludo, porque este implica un contacto con las demás personas, contacto que desde la infectología puede conllevar el riesgo de transmitir enfermedades, o incluso, de pasar por descorteses.
Todos conocemos por lo menos a un médico que no saluda dando la mano (generalmente un infectólogo), o a otros que saludamos, pero de manera casi que inmediata hacemos higiene de manos con alcohol glicerinado. Y ese es el meollo del asunto: que la prevención de infecciones implica como parte de las precauciones estándar universales una buena higiene de manos.
Como será de importante la higiene de manos que el número cero de The Lancet Infectious Diseases usó como foto de portada y tema central la higiene de manos (en un mundo en que las portadas de revista determinan lo importante, Lancet ID es un buen referente), que la OMS la ha convertido en el eje central de su estrategia de protección al paciente, y que se le considera como uno de los principales parámetros de calidad en la atención. Porque la higiene de manos es la medida más costoefectiva en la prevención de infecciones, y en el manejo de brotes de enfermedades en las instituciones de salud, barata, fácil de realizar, pero, ay Dios, difícil de mantener en tasas de oportunidad y de buena realización.
Pero hablábamos del saludo en esta entrada, y lo hacíamos porque en ese breve momento en que rozamos las manos existe el potencial de compartir toda una experiencia microbiológica. Por eso traigo a colación un estudio que ha dado qué hablar este año (varios blog y artículos de prensa han ayudado a diseminar su contenido) y tiene que ver con el saludo de puñitos (en inglés, fist bump). El razonamiento es simple: si las manos en toda su superficie están cubiertas de bacterias, es de sentido común esperar que al reducir el tiempo de contacto y al área de contacto se disminuya también la carga bacteriana transferida. Se idea un mecanismo para poder medir la transferencia bacteriana, y listo, el experimento corrobora lo que el sentido común sugería: el número de bacterias compartidas es 90% menor que al apretar las manos, o que "chocar esos 5" (en inglés, high five).
El resultado es el esperado, y ya ha sido comentado en toda la prensa, especializada o no, del planeta. Comparado con un tradicional saludo de manos, el choque de puños emplea más de la cuarta parte de la palma, y gasta apenas un poco más de la tercera parte del tiempo, lo que se refleja en que se transmiten sólo entre la cuarta y la quinta parte de las bacterias que estrechando la mano.
Durante la pandemia de 2009 de Influenza AH1N1 vimos, como lo vemos a diario en los hospitales, que observar adecuadamente las medidas de precaución no es fácil: en Argentina las personas se quitaban el tapabocas para saludar a otros, es complicado garantizar que las personas no usen anillos, esmaltes, uñas postizas o relojes durante el lavado o higiene de manos con alcohol, o si quiera, que siempre al ingreso a UCI se realice este procedimiento, etc. como para introducir la prohibición de saludar. El saludo es uno de los elementos centrales en la relación entre las personas, y con tantas complicaciones actuales en la relación médico paciente y entre colegas, mantener el saludo es importante para disminuir la deshumanización de la atención sanitaria. Por eso, popularizar un gesto de saludo, informal pero que permite el contacto, minimizando la transmisión de gérmenes ente personas puede ser una alternativa.
¿Será el saludo de puñitos un elemento que impacte en la disminución de infección nosocomial? No se sabe, y será difícil evaluarlo; por eso, más allá de no negar el saludo, es clave recordar la máxima ética hipocrática de la profesión: Primum non nocere, que traduce: Primero me higienizo (bien) las manos.
Bienvenidos a @blog_infecto
Pero hablábamos del saludo en esta entrada, y lo hacíamos porque en ese breve momento en que rozamos las manos existe el potencial de compartir toda una experiencia microbiológica. Por eso traigo a colación un estudio que ha dado qué hablar este año (varios blog y artículos de prensa han ayudado a diseminar su contenido) y tiene que ver con el saludo de puñitos (en inglés, fist bump). El razonamiento es simple: si las manos en toda su superficie están cubiertas de bacterias, es de sentido común esperar que al reducir el tiempo de contacto y al área de contacto se disminuya también la carga bacteriana transferida. Se idea un mecanismo para poder medir la transferencia bacteriana, y listo, el experimento corrobora lo que el sentido común sugería: el número de bacterias compartidas es 90% menor que al apretar las manos, o que "chocar esos 5" (en inglés, high five).
El resultado es el esperado, y ya ha sido comentado en toda la prensa, especializada o no, del planeta. Comparado con un tradicional saludo de manos, el choque de puños emplea más de la cuarta parte de la palma, y gasta apenas un poco más de la tercera parte del tiempo, lo que se refleja en que se transmiten sólo entre la cuarta y la quinta parte de las bacterias que estrechando la mano.
Durante la pandemia de 2009 de Influenza AH1N1 vimos, como lo vemos a diario en los hospitales, que observar adecuadamente las medidas de precaución no es fácil: en Argentina las personas se quitaban el tapabocas para saludar a otros, es complicado garantizar que las personas no usen anillos, esmaltes, uñas postizas o relojes durante el lavado o higiene de manos con alcohol, o si quiera, que siempre al ingreso a UCI se realice este procedimiento, etc. como para introducir la prohibición de saludar. El saludo es uno de los elementos centrales en la relación entre las personas, y con tantas complicaciones actuales en la relación médico paciente y entre colegas, mantener el saludo es importante para disminuir la deshumanización de la atención sanitaria. Por eso, popularizar un gesto de saludo, informal pero que permite el contacto, minimizando la transmisión de gérmenes ente personas puede ser una alternativa.
¿Será el saludo de puñitos un elemento que impacte en la disminución de infección nosocomial? No se sabe, y será difícil evaluarlo; por eso, más allá de no negar el saludo, es clave recordar la máxima ética hipocrática de la profesión: Primum non nocere, que traduce: Primero me higienizo (bien) las manos.
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Hay que tener presente la tecnificación y el uso de teléfonos smartphones que en sus pantallas tienen una carga bacteriana nada despreciable
ResponderBorrarDe acuerdo Andrés. Lo único es que por ahora, y pese a los Xperia, y ahora los nuevos Galaxy, ¡nadie sostiene el celular en las manos a la hora de higienizarse las manos! Es necesario generar una cierta etiqueta del uso de los móviles en la vida cotidiana del personal sanitario.
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